La grandeza del  gremio taxista

¿Dónde está el papá, el hermano, el hijo que forjó sentado frente al volante esas historias de superación familiar que generaron grandes profesionistas? ¿El papá que le dió techo propio a su familia trabajando con orgullo su taxi?

¿El hijo que sin el beneplácito de sus jefes agarraba el taxi para traer una lana extra a casa y pagarse sus estudios? El taxi que era un preciado miembro más de la familia que sacaba de apuros en momentos difíciles y nos procuraba buena calidad de vida.

Tantas historias familiares de éxito, de solidaridad, de crecimiento en el ingreso familiar que construyó en gran parte a la Ciudad de México en su etapa de crecimiento. Aquellos años cocodrilos y cotorras que precedieron a la masificación del taxi.

Esos grandes motores de ocho cilindros que junto con el corazón y las manos de los operadores, forjaron el cimiento y paredes de miles de hogares que veían llegar al esposo, al papá, al hijo con el fruto de su jornada laboral trayendo a casa el sustento justo, ganado de manera honesta por quienes felices salíamos a ganarnos la vida mientras experimentábamos el pulso diario de la ciudad.

Las películas del Borras reflejaban mejor que ninguna la vida diaria de un taxista que daba todo por mantener feliz a una familia cada vez más numerosa, y al afrontar un problema, se reaccionaba, “aviéntate como el Borras”.

¿Qué nos pasó? ¿En dónde nos perdimos? Del año 2018 al 2022, de 140 mil concesionarios solo pasaron revista alrededor de 70 mil. Cada año, desde 2013 a la fecha, el alza del 80% de la gasolina, el congelamiento de la tarifa, la privatización del taxi  que entregó el mercado a la iniciativa privada, ha hecho que esta gran familia, se vaya haciendo más pequeña y olvidando la grandeza del gremio taxista.