Dame un Taxi y moveré al mundo
Siempre hacia al final del año llegan las reflexiones, las reflexiones del año, ya sean de familia o de trabajo, pasan por la cabeza el recuento de los aciertos y de los daños, pero ¿qué pasaría si nos fuéramos al principio de nuestra vida laboral?… ¿A quién encontraríamos esa primera vez detrás del volante? ¿Con qué ilusiones tomaste ese primer Taxi? ¿Quién te permitió conducirlo? ¿Quién te apoyó para incorporarte a esta gran familia taxista? ¿Tu papá? ¿Tu amigo? ¿Tu compadre? O alguien que realmente pensó que podrías ser una persona responsable conduciendo el TAXI… Y en aquél entonces ¿cuántas horas pasabas manejando y ahora cuántas horas le dedicas?
En las diversas reuniones a las que he asistido, salen temas de antaño, donde nunca falta el comentario que el TAXI es noble, que es una profesión que ha permitido sacar hijos universitarios, sacar lo del día para comer, tener contactos que en el transcurso de los años se volvieron buenas amistades y que están presentes en las buenas y en las malas…
Tengo amigas -madres solteras algunas de ellas- que tuvieron a su taxista de cabecera, ya fuera el vecino o del sitio aledaño a su casa, a quien día con día encargaban a sus hijos para que los llevara a la escuela y también los recogiera, una de ellas me confesó que en época de crisis, cuando escaseaba el dinero, el taxista -aún con eso- le llevaba a los hijos a la escuela, obvio, cuando llegaba la quincena le pagaba, así de importante y solidario ha sido este oficio… Tampoco ha faltado aquel profesionista cuyo “delito” fue cumplir 35 años para no ser contratado, y encontró en el taxi compañeros, familia y sustento, para sacar a los suyos adelante, entonces si te ha costado paciencia, sudor, cansancio, ¿por qué no defender este oficio tan noble? ¿Por qué dejarse del servicio por aplicación? ¿Por qué no mantener la excelencia? Es tiempo de resurgir y proporcionar el mejor servicio, porque ser TAXISTA, es ser alguien que ha movido el mundo…
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Rosaura Cervantes Conde
Directora General